Por Miriam García
Con la pandemia del COVID19, la enfermedad provocada por el coronavirus SARSCO-V2; muchos países tomaron medidas de prevención o contención para evitar, en la medida de lo posible, su avance y el contagio. El Salvador no fue la excepción y tomó medidas muy fuertes para evitarlo, entre ellas la de someter a una cuarentena de 30 días a todas las personas que ingresaran por las fronteras o aeropuertos al país.
Por cuestiones laborales, la medida me atrapó cuando volvía de Guatemala. En realidad lo supe dos días antes, por lo que tuve tiempo de frustrarme, llorar, pensar qué hacer y finalmente resignarme y prepararme para el mes que se avecinaba. Me preocupaban muchas cosas, pero una de las principales fue la de mi seguridad y mi salud en ese espacio donde preveía una situación de hacinamiento.
Precisamente, una de las medidas que tomé fue la de comprar por primera vez en mi vida un spray pimienta porque ignoraba como iban a ser las condiciones de seguridad, la convivencia… Le temía mucho a posibles escenarios de violencia de género al interior de un albergue. Sin embargo, al llegar al primer espacio en que estuve, en Tierra Blanca, Jiquilisco, me fue grato ver que habían segregado a hombres de mujeres, y más tarde se llevarían a otros sitios a familias con niñez.
A esa primera medida, tomada desde la coordinación del albergue llegó otra, desde la organización comunitaria, y era la de prohibir tajantemente el ingreso de hombres al espacio de mujeres, y establecerlo con carteles. Es inevitable que, como mujeres que vivimos en una sociedad machista, no nos preocupemos por reducir lo más posible escenarios de probables violencias en cualquier lugar ni que no pensemos en nuestras opciones para enfrentarlo.
También me preocupó mucho el tema de la salud; sobre todo por la menstruación, que al menos una vez me iba a sorprender en medio de la cuarentena. Es inevitable no pensar que necesitás espacios con condiciones de higiene y reserva mínimas para sobrellevar tu período, así como los insumos para ello. Por mi parte llevaba provisiones de toallas sanitarias porque imaginaba que baños colectivos no eran la mejor alternativa para la copa menstrual. Asimismo, nos entregaron a las mujeres “kits” de higiene con paquetes de toallas y se nos prometió algunas más.
Debo reconocer que las condiciones de higiene de los albergues en que he estado han sido adecuadas; pero esto se debe al trabajo que las personas albergadas hemos hecho, como una cuestión de cuidado colectivo, aunque desde las coordinaciones de los albergues recibimos insumos necesarios. Reitero que considero sumamente adecuadas las medidas de segregar a mujeres de hombres en los dormitorios.
Por otra parte, también estuve pendiente en todo momento de los elementos de seguridad que nos custodiaban, pues debía verificarse que lo hicieran respetando debidos procesos y sin hacer abuso de su autoridad por razón de género, cosa que no ha ocurrido hasta el momento, pero de lo que estamos vigilantes.
Indudablemente, trasladás todas tus estrategias de cuidado y alerta a la situación de cuarentena y albergue, eso es inevitable; pero definitivamente, es de mucha ayuda construir redes de sororidad al interior y exterior de estos espacios para sobrellevarlo de mejor manera. Ya sea con medidas de apoyo y cuidado colectivo o con facilitar insumos, o solo crear espacios seguros, las mujeres siempre estaremos pensando un poco más en las condiciones de los sitios a los que debemos llegar, por cualquier razón; por eso crear redes de apoyo donde quiera que estemos siempre será la mejor manera de cuidarnos entre todas.
Sin duda, un brote de Covid19 sería fatal para el territorio y agudizaría la situación de vulnerabilidad de las mujeres; por esa razón, insto desde mi cuarentena en que constantemente cuidemos nuestra higiene, lavado de manos, limpieza de ropa y espacios; monitoreamos nuestra salud; acatemos medidas para evitar la enfermedad porque al final las tareas de cuidado recaen otra vez en nosotras, y nuestro sistema actual poco o nada hace para evitar que la desigualdad de género también atraviese las pandemias.
Miriam García es periodista, comunicadora y feminista salvadoreña.
Miriam escribe desde uno de los albergues que el gobierno ha habilitado para que las personas pasen un periodo de cuarentena mientras se les da atención y se descarta de tener #COVID19. Ella ingresó en periodo de cuarentena al regresar al país luego de un viaje de trabajo y saldrá en abril próximo.
Texto tomado de https://revistalabrujula.com/