“No es perfecta, más se acerca. A lo que yo simplemente soñé”.
Retomando parte de una de las estrofas de la canción, El Breve Espacio en Que No Estas del cantautor cubano Pablo Milanés, nos permitimos hacer algunas reflexiones sobre la Santa Marta que seguimos construyendo y que pese a todo, es el proyecto de comunidad que más se acerca a lo que realmente soñamos.
A diario salpican manifestaciones de todo tipo, que buscan desvirtuar, dividir y hasta destruir el proyecto político y comunitario de Santa Marta, es evidente que existen diversos interés que están al acechó para penetrar y afectar negativamente desde dentro y desde fuera a la comunidad; estos interés vienen principalmente el partido ARENA y sus representantes a nivel municipal y departamental, se suman a estos intereses de grupos de criminales que actúan al margen de la ley. Esto no es nada nuevo, desde que el proyecto político comunitario se consolido, las estrategias por generar una ruptura a las estructuras organizativas de Santa Marta son visibles.
La calidad de vida, la organización comunitaria, el compromiso por las transformaciones de una sociedad más justa e inclusiva y la lucha constante por mantener la unidad han sido elementos que han caracterizado la historia de los miles de repobladores y sus familias que habitan en la Santa Marta nuestra.
No podemos pasar desapercibo el enorme aporte social y político que ha dado a este país una comunidad histórica como Santa Marta, la cual es una tierra de victorias, es decir un proyecto de comunidad al que le ha tocado conquistar todo lo que ha logrado a pesar de los bloqueos y ataques sistemáticos de los que ha sido víctima.
Ha Santa Marta le ha tocado remar contracorriente, le han intentando comprar a sus líderes y lideresas, ha familias en lo particular, y no es metafórico; es literal, los enemigos de la comunidad se han valido de una serie de mañas en su intento por comprar y en otros casos por robar la dignidad y la esperanza de las y los santamarteños, sin embargo hasta ahora la unidad comunitaria ha sido más fuerte.
Con todo lo anterior, es oportunidad referirnos a los retos y desafíos que enfrentamos a 30 años de esa vuelta a casa. Seguramente coincidimos en que debemos seguir defendiendo la dignidad y la esperanza.
El espíritu de unidad y hermandad, así como la entrega de santamarteños y santamarteñas debe seguir intacta, ha sido sin suda el motor que nos ha permitido romper con todas los obstáculos y barreras que estos 30 años nos ha demandado el proyecto comunitario.
Defender nuestra dignidad y esperanza, también pasa por reconocer la enorme apuesta por garantizar la educación a pesar de los obstáculos impuestos en el pasado por el sistema de educación formal durante los gobiernos de derecha y aquí hay que resaltar la valentía de hombres y mujeres que se convirtieron en maestros y maestras populares desde los campamentos de refugiados.
Mantener las tierras comunitarias, ha sido un dolor de cabeza; pero es una de las más grandes victorias con las que cuenta la comunidad, ello dignifica sin duda y reafirma nuestro compromiso por la profundización de la organización comunitaria en defensa de los bienes comunes y colectivos en donde hoy vivimos y cultivamos nuestras esperanzas.
Pocas comunidades en El Salvador, cuentan con una diversidad de estructuras de organización comunitaria como Santa Marta, de las cuales mencionaremos algunos como la Asociación de Desarrollo Económico y Social ADES, Organización de mujeres, Asociación de Lisiados y Lisiadas de Guerra ALGES, diferentes comités, la Asociación CoCoSI, proyectos de comunicación como Abriendo Brecha y Radio Victoria, todos hijos e hijas de la gran Santa Marta.
Es necesario mantener y profundizar nuestras apuestas por que se garantice en todas sus dimensiones derechos fundamentales como la educación, una educación liberadora, transformada, crítica y sobre todo pensada desde el proyecto comunitario. La salud integral, debe dignificarnos y para ello debemos no perder de vista mantener un enfoque de prevención y de participación.
Estamos llamados a no dejarnos arrebatar nuestra dignidad y nuestras esperanzas y menos permitir que nos roben los sueños, esos mismos sueños que vamos haciendo realidad.
El presente y el futuro siguen marcando el horizonte de Santa Marta y demanda de mayor compromiso de todos y todas para con el proyecto político y comunitario, sin importar el espacio al que pertenezcamos.